Te invade una sensación de enamoramiento de tu recién nacido. Has estado llorando emocionada, con tu bebé en los brazos, sientes una felicidad extrema. Tu cerebro y el de tu bebé están bañados en la hormona del amor en sus niveles máximos. Y, por si fuera poco, están bañados, también, en altos niveles de las hormonas del placer, llamadas endorfinas, tienen un efecto parecido al de la heroína: crean dependencia y adicción. El momento está diseñado por la naturaleza de tal forma que tu hijo y tú os tengáis amor, dependencia y adicción. Desde este momento, te sentirás enamorada de tu hijo y te sentirás mal cuento falte de tu lado. Es un diseño de la naturaleza para que surja un “flechazo”. Todo en el ser humano tiene múltiples vías, múltiples formas, y si no ha existido esta oportunidad de vínculo, existirán otras y lo amarás igual. Como ocurre entre padre e hijo. El amor surge al cultivarlo a lo largo del tiempo con el contacto frecuente. Y, aunque sea un amor “a fuego lento”, puede ser igual o más intenso. Pero, además, tú tienes una segunda oportunidad biológica que no tienen ellos: la lactancia materna.
El cordón umbilical permite que pase sangre poco oxigenada bombeada desde el corazón de tu recién nacido hacia la placenta a través de dos arterias umbilicales y que retorne sangre muy oxigenada desde la placenta hasta él. Comienza su respiración en el medio aéreo lentamente. Durante varios minutos la sangre se oxigena dos veces en su recorrido: se oxigena en sus pulmones y se oxigena de nuevo en la placenta, aún unida a tu útero. Un doble mecanismo de oxigenación para que el momento del nacimiento tenga máxima seguridad. Algunos bebés lloran, pero la mayoría sólo gimen o tosen un poco. Abre los ojos y los cierra. Cuando recuperas la respiración, tras el esfuerzo de las últimas contracciones, lo abrazas y te lo llevas al pecho. Él, que percibía tu olor en el líquido amniótico, lo reconoce ahora a través del aire. Durante el embarazo escuchaba tu voz a través del líquido amniótico y ahora te la reconoce también. Por ello el instinto te hace hablar con mucha intensidad emocional y abrazar a tu bebé. Necesitas que te oiga mucho para que esté muy seguro de que eres tú. Al mismo tiempo, huele el pezón y nota tu tacto. Amolda su postura para alcanzarlo. Suele comenzar las primeras succiones hacia los 10 minutos del nacimiento. Esta succión del pezón es un factor que ayuda a que se produzca en el cerebro de la madre el pico de oxitocina que permite el reflejo de eyección de la placenta: tu útero se contraerá para que expulses la placenta. El pico de oxitocina en este momento se sabe que es el más alto en la vida de una mujer.
La placenta suele tardar entre 5 y 50 minutos en salir. Son los minutos que el útero necesita para recuperar de nuevo un tamaño similar al que tenía al tercer o cuarto mes de embarazo. Lo que sientes es que te vuelven las contracciones. Pueden ser tan intensas como las del parto, que ya casi se te habían olvidado. En 3 o 4 contracciones la placenta está fuera. Y, con ella, termina el parto y empieza el postparto.